Butler, Pensilvania, sábado 13 de julio, evento de campaña de Donald Trump.
El tradicional “show” operativo estaba implementado: los agentes del Servicio Secreto con trajes negros y gafas oscuras rodeaban al candidato, los francotiradores apostados en el techo a un lado del escenario, todos armados hasta los dientes - ¡¿qué podría salir mal?!
El expresidente apenas llevaba unos minutos hablando cuando se oyeron unos disparos. Trump se llevó la mano derecha a la cara, como si hubiera recibido un impacto, se lanzó al suelo y después fue cubierto y evacuado por sus protectores. El candidato tenía el rostro ensangrentado, ya que resultó herido en una oreja.
El atacante, identificado como Thomas Matthew Crooks, de 20 años de edad, disparó contra Trump con un rifle de asalto semiautomático desde el techo de una fábrica a casi 140 metros del escenario.
Lo que le salvó a Donald Trump fue la mala puntería del atacante (por milímetros) el hecho que él mismo se lanzara al piso después de recibir el disparo y porque los agentes de Servicio Secreto lo protegieron con sus cuerpos instantes después.
Los francotiradores del Servicio Secreto ubicados en el techo al lado del podio lograron abatir al agresor solo después de que este realizara ocho disparos, uno de los cuales hirió y, por pura suerte, no mató a Trump. Como siempre- la reacción armada fue tardía.
Esto demuestra que el protector, con todo y el arma en la mano, no logra reducir los riesgos ni evitar que el protegido sea herido o asesinado. Una vez más, no podemos basar la Protección Ejecutiva en el uso de armas de fuego.
El tradicional sistema de protección, caracterizado por agentes con trajes negros, armas, gafas oscuras y francotiradores, fue puesto a prueba y falló. Un solo tirador de 20 años de edad logró burlar la maquinaria del Servicio Secreto y herir a su protegido. Resulta preocupante imaginar el desenlace si el adversario hubiera sido algún grupo organizado y profesional, en lugar de un individuo aislado.
El problema radica nuevamente en el hecho de que la protección se contempla en el espacio y no en el tiempo. Como podemos ver en las redes sociales, todos analizan generalmente el momento del ataque y las acciones de los diferentes círculos de seguridad en ese momento, pero nadie se fija en lo sucedido en las horas y días previos a la agresión, donde está realmente la posibilidad de neutralizarla.
El evento de Donald Trump en Butler, Pensilvania, fue anunciado públicamente con diez días de antelación , el 3 de Julio, así que el agresor tenía diez dias para preparar el ataque. Asimismo el montaje del podio para el evento empezó el 11 de Julio, dos días antes- lo que es de importancia clave para este ataque.
Se puede decir prácticamente con seguridad que el atacante tuvo que estar recorriendo, analizando y vigilando la zona del evento varios días antes del ataque. Tenía que subirse a los techos, medir distancias, visibilidad, etc aun siendo amateur, como ocurrió en otros casos similares donde las personas inexpertas atacaron a las prominentes figuras publicas. Esto debió de haber ocurrido especialmente desde el momento en que se instaló el podio.
Si se hubiera implementado un operativo de contravigilancia previa, especialmente dos días antes del evento, cuando el podio estaba montado y el agresor debió de haber ido en el lugar para la preparación final del ataque -existe una buena posibilidad que se habrían detectado estas actividades.
De esta manera, se hubiera detenido el atentado en el círculo de tiempo largo, con mucha anticipación, lo que evidentemente no sucedió. Los atentados recientes demostraron que los agresores vigilaban el lugar de ataque con al menos de 24 horas de anticipación, y era muy fácil detectarlos si hubiera alguien que mirara.
Asimismo, el sistema de alerta temprana (el anillo de tiempo medio) tampoco fue implementado de manera efectiva. En los alrededores había lugares específicos desde los cuales se pudo haber efectuado la agresión, y no hubo agentes de alerta temprana interviniendo con anticipación estos puntos vulnerables para evitar que alguien llegara a realizar el ataque.
Varios expertos en la materia coinciden en que resulta absolutamente incomprensible que este edificio, desde el cual salieron los disparos, haya sido descuidado de manera tan flagrante.
Por lo visto, todo se confió a los francotiradores y a su reacción oportuna, lo que resultó desastroso.
El concepto tradicional de protección ejecutiva está en crisis y no está dando resultados, aun cuando lo implemente el mismísimo Servicio Secreto. Es muy importante usar esta y otras tantas lamentables experiencias para mover el peso operativo en el tiempo, actuando sobre las fases de preparación del ataque en lugar de tratar de reaccionar al ataque mismo. Estas medidas desactivan la agresión lejos del protegido, tanto en el tiempo como en el espacio. Solo así podremos hacer que nuestra profesión sea más segura, tanto para los protegidos como para los protectores.


